¡Alégrate Panamá! Hemos encontrada gracia ante Dios… El Señor, Nuestro Dios está con nosotros y nos favorece de manera muy especial… Para todos aquellos no saben o no tienen claro, quería comunicarles que la imagen Peregrina de Fátima que hemos recibido en Panamá es la imagen histórica original, la 1era imagen de Fátima tallada siguiendo las indicaciones de Sor Lucía y la que tiene en su corona engarzada la bala que le extrajeron a San Juan Pablo II tras ser herido por el turco Alí Agca el 13 de mayo de 1981. La imagen no sale del Santuario en Portugal desde el año 2000, hace 19 años.
La celebración de la JMJ en Panamá, la venida del Santo Padre el Papa Francisco, de miles de Sacerdotes y Religiosas, y Peregrinos, y la presencia en Panamá de Nuestra Señora del Rosario de Fátima es un acontecimiento de muchísima importancia y de inmensa bendición. Somos, verdaderamente, un país elegido y bendecido, y sin duda nuestra Madre María nos cobija bajo Su manto.
Como Santa Isabel, meditemos… ¿Quiénes somos para que la Madre de nuestro Señor venga a visitarnos y nos traiga a su Hijo Jesús? ¿Quiénes somos para merecer este gran honor, esta gran distinción de que se celebre en nuestro país esta Gran Jornada?
No hay palabras para expresar los sentimientos… y tomo prestadas las que uso el centurión en Cafarnaún cuando le hablo a Jesús: (Mateo 8, 5-11) “Señor, no somos dignos de recibirte a Ti y a Tu Madre en nuestra tierra, y de que se celebre en este pequeño país esta Gran Jornada; una palabra tuya habría bastado para bendecirnos.”
Todos aquellos que oren ante la imagen de Nuestra Señora podrán recibir indulgencia plenaria, siempre y cuando cumplan con las condiciones habituales de confesarse, participar de la eucaristía, comulgar y rezar por las intenciones del Papa.
Respondamos al amor de tan buena Madre con un “Sí” fuerte, valiente y generoso para Ella, así como el “Sí” que Ella le dio a Dios. Digamos todos: “Sí, Madre… Sí, María.” Porque el modo más fácil de entrar al corazón de Jesús es por medio de su Madre María. Ella nos llevará de su mano a Su Hijo, Nuestro Dios Jesús, y nos enseñará a amarlo por sobre todo, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y con toda nuestra fuerza.
Oremos:
“Somos los siervos de la sierva de Nuestro Señor.
Hágase en nosotros según la voluntad de Dios.”
Amén