San Padre Pío de Pietrelcina
“Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta”. -Santo Padre Pío
Padre Pío nació en Pietrelcina el 25 de mayo de 1887. Su nombre era Francisco Forgione. Sus padres eran humildes agricultores, sencillos y devotos. A los cinco años se le apareció el Sagrado Corazón de Jesús, quien posó su mano sobre la cabeza del niño. El pequeño, a su vez, prometió a San Francisco que sería un fiel seguidor suyo. Desde entonces su vida quedó marcada y empezó a tener apariciones de la Santísima Virgen.
A los 15 años, ingresó en el noviciado de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone y tuvo visiones del Señor en la que se le mostró las luchas que tendría que pasar contra el demonio. El día 10 de agosto de 1910 fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento. Poco tiempo después le volvieron las fiebres y los dolores que lo aquejaban, entonces fue enviado a Pietrelcina para que restablezca su salud.
En 1916 visita el Monasterio de San Giovanni Rotondo. El Padre Provincial, al ver que su salud había mejorado, le manda que retorne a ese convento en donde recibió la gracia de los estigmas el día 20 de septiembre de 1918, siendo el primer sacerdote estigmatizado en la historia. Las llagas de la Pasión de Cristo aparecieron en sus manos, pies y costado izquierdo y permanecieron por 50 años.
“Era la mañana del 20 de septiembre de 1918. Yo estaba en el coro haciendo la oración de acción de gracias de la Misa… se me apareció Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz que más bien parecían flechas que me herían los pies, las manos y el costado”, describió San Pío a su director.
“Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban y me dolían hasta hacerme perder todas las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios”, añadió.
El 9 de enero de 1940 animó a sus grandes amigos espirituales a fundar un hospital que se llamaría “Casa Alivio del Sufrimiento”. La cual se inauguró el 5 de mayo de 1956 con la finalidad de curar al enfermo en lo físico y espiritual.
Durante su vida, Dios lo dotó de muchos dones, como el discernimiento extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles acudían a confesarse con él. Es conocido como “mártir del confesionario”. Pasaba jornadas de más de 12 horas confesando a hombres y mujeres llegados del mundo entero al pequeño convento de San Giovanni Rotondo, donde residió desde 1916 hasta su muerte en 1968, el 23 de septiembre de 1968 después de murmurar por largas horas “¡Jesús, María!”.
Fue canonizado el 16 de junio de 2002 por san Juan Pablo II., quién dijo de él: “Oración y caridad, esta es una síntesis sumamente concreta de la enseñanza del padre Pío, que hoy vuelve a proponerse a todos”.
Los dones y gracias extraordinarias que recibió del Señor lo han hecho mundialmente famoso y los milagros y favores atribuidos a su intercesión no dejan de producirse en el mundo entero.
Frases de San Padre Pío
- “Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración”.
- “La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón”.
- “Si el pobre mundo pudiera ver la belleza del alma sin pecado, todos los pecadores, todos los incrédulos, se convertirían al instante”.
- “Solo quiero ser un fraile que reza”.
- “El tiempo transcurrido en glorificar a Dios y en cuidar la salud del alma, no será nunca tiempo perdido”.
- “Mi pasado, Señor, lo confío a tu misericordia, mi presente a tu amor, mi futuro a tu providencia”.
- “No hay tiempo mejor empleado que el que se invierte en santificar el alma del prójimo”.
- “Una sola cosa es necesaria: consolar tu espíritu y amar a Dios”.
- “Dulce es el yugo de Jesús, liviano su peso, por lo tanto, no demos lugar al enemigo para insinuarse en nuestro corazón y robarnos la paz”.
- “La clave de la perfección es el amor. Quien vive de amor, vive en Dios, pues Dios es amor, como dice el Apóstol”.
- “No amar es como herir a Dios en la pupila de Su ojo. ¿Hay algo más delicado que la pupila?”
- “Haré más desde el Cielo, de lo que puedo hacer aquí en la Tierra”.
- “Cuando se pasa ante una imagen de la Virgen hay que decir: Te saludo, María. Saluda a Jesús de mi parte”.
- “El demonio es como un perro rabioso atado a la cadena; no puede herir a nadie más allá de lo que le permite la cadena. Mantente, pues, lejos. Si te acercas demasiado, te atrapará”.
- “El sufrimiento de los males físicos y morales es la ofrenda más digna que puedes hacer a aquel que nos ha salvado sufriendo”.
- “Los ángeles sólo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios. Sólo el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad: Dios mío, mirad cómo os amo”.
- “Salvar las almas orando siempre”.
- “Con el estudio de los libros se busca a Dios; con la meditación se le encuentra”.
- “¡Piensa siempre que Dios lo ve todo!”
- “Es terrible la justicia de Dios. Pero no olvidemos que también su misericordia es infinita”.
- “El ser tentado es signo de que el alma es muy grata al Señor”.
- “Cuando el alma sufre y teme ofender a Dios, no le ofende y está muy lejos de pecar”.
Oración del Padre Pío al Sagrado Corazón de Jesús:
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá”. He aquí que, confiando en tus santas palabra, yo llamo, busco, y pido la gracia…
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío en Ti.
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pasarán los cielos y la tierra, pero mis palabras jamás pasarán”. He ahí que yo, confiando en lo infalible de tus santas palabras pido la gracia…
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, todo lo que pidáis a mi Padre en mi Nombre, se les concederá”. He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia…
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío Ti.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, al cual es imposible no sentir compasión por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre. San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros. Amén